sábado, 12 de octubre de 2013

La Sierra de Francia bajo los pies del Instituto Salinas...

Levanto la vista del ordenador. En la pared, el reloj marca las 16:59. "Sólo un minuto...", pienso. Un minuto eterno.

La impaciencia recorre mi cuerpo. La pierna derecha comienza a temblar impulsivamente. Tengo la mochila preparada, estoy apagando el ordenador y poniendo la tapa al bolígrafo... "¿Repites entonces?", me pregunta mi compañero de trabajo, que conoce los antecedentes. "No... no se repite. Todo es nuevo: el lugar, el momento... Muchos de los chavales acudieron el año pasado a Corporales, pero ahora ha pasado un año. Han tenido sus más y sus menos, cientos de experiencias, de vivencias personales... Es... digamos que es: ¡UNA NUEVA AVENTURA!".

Es la hora, salgo del despacho a la velocidad del rayo y despido al guarda de seguridad: "¡Pasadlo muy bien por San Martín! ¡Está bonito en esta época del año!". Y tanto que lo estaba... pero no lo descubriría hasta la tarde.

Me reúno con Manuel Vaquerizo, director del I.E.S. Las Salinas y con mi amigo David, compañero de carrera que hizo las prácticas en nuestro Grupo. Metemos las cosas en el coche y partimos despidiéndonos del asfalto, del humo y del cristal de la triste ciudad.

Se va haciendo de noche, pese a que aún son las 20:30. Tras pasar el pueblo de San Martín de Castañar, en la provincia de Salamanca, los árboles se cierran poco a poco sobre nosotros, formando una galería de paredes y techos de melojo (Quercus pyrenaica Willd.). Manuel disminuye la velocidad para admirar y disfrutar el paisaje que nos rodea y tan distinto a los arenales de Valladolid a los que tan acostumbrados estamos.

Tras pasar un estrecho camino de piedra, barro e historias, aparece una gran puerta: el albergue de la Legoriza se presenta ante nosotros como un gran y acogedor hogar perdido en la montaña. Aparecen las dos Patricias, a las que hace ya tiempo que no veo: "¡Hola, hola! ¡Pero cuánto habéis tardado!".

Más tarde: encuentros, abrazos, risas e ilusión por hacer cosas, por pasarlo bien... por disfrutar de algo que hoy en día poco se aprecia y tan olvidado está: la Naturaleza.

Ahí está Mónica, la profesora que de forma tan altruista hace todo y más por sus alumnos, que nos da una calurosa bienvenida. Esta vez, son 47 las caras que nos observan... Unas con alegría por volverte a ver, otras con cierta curiosidad... Nuevas caras y otras ya conocidas. Pero eso no importa: el trato es como si nos conociéramos de toda la vida.

Juegos de la mano de "la profe" por la noche, grandes actuaciones... Pero pronto a la cama: al día siguiente, una marcha por la sierra nos espera.

Amanece en la Legoriza. Me sorprendo de las ganas con las que se levantan estos chavales... ¡pero si ya están vestidos y esperando al desayuno! "¡Quién pudiera...!", pienso. Y con cierta torpeza me preparo para la marcha. No es demasiado dura, pero no están acostumbrados a andar... ¿o sí?

Salimos del albergue. Se respira un aire jovial, feliz... Suenan canciones: la Sirenita, Oliver y Benji, los Pokémon... ¡Qué mas da! ¡La cosa es reírnos y pasar un buen rato!

Es precioso... San Martín del Castañar, hasta las Casas del Conde, pasando por Sequeros y luego otra vez a San Martín. Más de 14 kilómetros que transcurren por un bosque eurosiberiano húmedo, plagado de melojos (Quercus pyrenaica), castaños (Castanea sativa), rusco (Ruscus aculeatus), avellanos (Corylus avellana)... Un sin fin de especies verdes y hermosas frondosas que hacían de nuestro camino un placer para los ojos... Pero también una gran aventura: un recorrido con alguna que otra pendiente en la que había que apretar el paso... Zonas con avispas que había que evitar (pese a que más de uno se llevara un picotazo), más de un culazo... Pero cómo no, los chavales del Salinas, tan grandes como siempre, demostraron que pueden con todo y con más. Que el esfuerzo nunca es en vano... Que tenían un objetivo y lo cumplieron. 

Tras la gran marcha que nos llevó casi todo el día, más juegos nocturnos y "lluvia de estrellas"... Luego, el "sobre" nos esperaba, a unos más tarde que a otros, supongo. 

Es el último día y el bus nos espera en la puerta. Con ganas de quedarnos otros 5 días más (por lo menos), recogemos nuestras pertenencias. Cerramos la puerta, dejando dentro del albergue grandes momentos, risas y parlotadas. "Hasta la próxima"... 

En fin, como veis un año más el Grupo Scout Laguna ha participado en tan grande actividad con Mónica, profesora del I.E.S. Las Salinas como coordinadora e impulsora. Sin ella, esta aventura nunca podría haber sido posible. Seguro que sus alumnos se lo reconocerán siempre y la recordarán como la gran profesora que es.

Acudió la misma generación de chavales que el curso pasado, solo que ahora, lógicamente, estaban en los cursos de 1º y 2º de bachiller. Estos son cursos difíciles. Pero si han podido subir el Teleno (más o menos) y haberse recorrido parte de la Sierra de Francia... ¿¡Qué no serán capaces de hacer!? Una pena que no hubiesen descubierto nuestro Grupo antes... ¡habrían disfrutado muchísimo! Deseo de todo corazón que les vaya muy bien y que repitan, siempre que puedan, experiencias similares... ¡Y qué narices! "¡Pasaros por el Cascajo algún sábado, jolín! ¡Que va siendo hora!"

Me gustaría agradecer también a D. Manuel Vaquerizo, Director del I.E.S. Las Salinas el esfuerzo que hace por que los estudiantes de su centro aprendan más y más cada día y sobre todo por dejar que vivan experiencias de este tipo, que seguro que recordarán toda su vida.

Un abrazo grande,

Buena caza y largas lunas a "mis chavales de las Salinas",

Nico



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